Su papel en las relaciones institucionales
y organización de eventos
La creatividad es la habilidad de crear,
de producir cosas nuevas y de llegar a conclusiones, resolviendo problemas de
una forma original y/o alternativa a lo generado hasta el momento.
En la antigüedad, se creía que el acto creativo
era fruto de la inspiración por influencia de seres y/o fuerzas sobrenaturales;
como es el caso de las famosas musas greco-romanas, cuya figura ha
acompañando a innumerables artistas a lo largo de los tiempos.
En la actualidad, sin embargo, sabemos que los
procesos creativos son fruto de una gran variedad de factores de índole biopsicosocial.
Con ello nos referimos a procesos bioquímicos que se dan durante las
conexiones neuronales (sobretodo en el lóbulo frontal), factores de
personalidad, competencias y actitudes del individuo creador, y a las
características del entorno o contexto social y cultural en el que estamos
inmersos durante este proceso creativo.
Este último es de especial relevancia, pues el
aprendizaje y las experiencias influyen de forma significativa sobre las bases
genéticas; y por tanto, el medio en el que nos movemos (ya sea en el trabajo,
en la escuela, en la familia...), y sus características, favorecen o inhiben en
gran manera la capacidad creativa, ofreciéndonos más o menos facilidades a la
hora de potenciar nuestro talento creador.
Así pues, un clima grupal donde todos los
miembros sean escuchados y respetados, cuyas aportaciones sean valoradas y
compartidas, y cuyo líder facilite este proceso participativo acompañando al
grupo confiando en éste y en el potencial de los individuos que lo forman, nos
da como resultado una alta implicación, un aprendizaje cooperativo y un gran
número de ideas. Y, por tanto, mayores probabilidades de éxito.
El éxito en el ámbito del protocolo, las
relaciones institucionales y la organización de eventos, lo entendemos como la consecución de los
objetivos marcados por el programa y la satisfacción del cliente respecto a
ellos y al desarrollo de toda al actividad. Durante este proceso, son
frecuentes los contratiempos e imprevistos, fruto de su complejidad.
Es por ello que los profesionales de este ámbito
deben estar formados y preparados para resolver situaciones inesperadas,
complejas y que frecuentemente escapan a su control. Y hacerlo de una forma
creativa y eficaz, donde la inteligencia emocional juega un papel fundamental a
la hora de conectar con el cliente, con los colaboradores y con uno mismo.
Pero, sobretodo, lo más importante a la hora de
gestionar la organización de un evento, su creación y su consecución, es creer
en uno mismo y en todo el potencial que llevamos dentro y que, frecuentemente,
ignoramos o mantenemos dormido, ya sea por comodidad, por falta de valor, o
simplemente porque nos lo han hecho creer que carecíamos de él. Somos seres
extraordinarios, con innumerables capacidades y potencialidades para hacer
nacer algo bello... sólo hay que permitirnos que esto aflore libremente y
llegaremos tan lejos como queramos.
Elisabeth Vallespín Silvestre